Cuando invitas a una persona a tu casa, tratas de que esta se sienta a gusto. Intentas que todo esté en su sitio, intentas ser lo más hospitalario posible y, ante todo, sacas fuera toda la artillería para que esa persona se sienta cómoda contigo y no piense que estás siendo maleducada con ella (por ejemplo, al decir que ya son las 7, por decir una hora, y que tienes cosas que hacer.
Porque hay veces que despedir a un invitado hace que esa persona sienta que no quieres pasar más tiempo con ella, en lugar de lo que realmente significa: que quieres descansar y que tienes, de verdad, otras cosas que hacer (trabajar, recoger la casa… o, ¿por qué no?, tirarse en el sofá.
Como invitados, sabemos lo que es ir a una casa diferente a la nuestra
Cuando vamos a la casa de otra persona, automáticamente tratamos de portarnos lo mejor posible para causar una buena impresión.
Pero no solo se trata de portarnos como es debido: cuando vamos a una casa ajena, siempre tratamos de adaptarnos a todo lo que nos propongan: ya sea comernos una comida que no nos gusta, sentarnos cómodamente en un cojín en el suelo o ver una película por cortesía que no nos llame la atención, pero que a esa persona le encanta y quiere mostrárnosla porque le hace mucha ilusión.
Tratamos de amoldarnos a todo lo que esa persona desee hacer por respeto y por crear una convivencia lo más apacible y tranquila posible. Intentamos no crear tensiones, y eso requiere hacer pequeños esfuerzos por otras personas.
Esto cambia abruptamente cuando los anfitriones somos nosotros
Cuando invitamos a alguien a nuestra casa, automáticamente entramos en modo automático: queremos, de forma subconsciente, que esa persona se encuentre lo más cómoda posible en nuestra casa el tiempo que vaya a quedarse (ya sea para merendar, ver una peli o pasar con nosotros el fin de semana).
Nuestra casa es nuestra zona de confort, nuestro refugio, y, como tal, nos podemos llegar a sentir incómodos e invadidos cuando personas que son desagradecidas o tienen poco respeto sobre nuestras cosas se comportan de forma inadecuada.
A nadie le gusta que un amigo al que hemos llevado a nuestra casa se quite los zapatos, los tire de cualquier forma y, sin pedir permiso, ponga los pies sobre la mesa. Aunque los tenga limpios, es una cuestión de respeto más que de limpieza. La casa no es tuya y, de igual modo que te comportas en casa ajena, esperas un mínimo buen trato en la tuya.
Vivimos en una época en el que la irrespetuosidad y las faltas de respeto están a la hora del día, y creo que esto no es nuevo, en absoluto.
Solo tienes que salir a la calle, a cualquier barrio donde haya cualquier parque. Yo he sido testigo de cómo un niño de ocho años miraba a mi mejor amiga y le decía: “¿Quieres que te ___?”. Ya sabes a lo que me refiero. ¿Hasta dónde hemos llegado, que permitimos que las nuevas generaciones tengan faltas de respeto tan grandes como esa?
En un mundo donde las faltas de respeto están a la orden del día, llevar a invitados a casa cada vez nos resulta más pesado e incómodo. Son muchas las posibles causas que puede llevar a que un adolescente se convierte en agresivo y en un irrespetuoso, y todas ellas se pueden paliar si se tratan a tiempo… pero los adolescentes cada vez son más desobedientes, y, en consecuencia, estamos creando un mundo con adultos inmaduros e irrespetuosos (no todos, obviamente) que nos hacen pensarnos dos o tres veces si invitarlos a nuestra casa o no.
Por suerte, no todos son así, y todavía quedan en el mundo personas con un respeto y un comportamiento adecuado que hacen que merezca la pena llevarlos a casa y pasar un buen rato con ellos.
Diferentes países, diferentes costumbres
¿Sabes que, según la época de la historia a la que nos remontemos, los invitados debían de ser tratados de una forma u de otra? Para que te hagas una idea, vamos a explicarte un poco sobre la época inglesa victoriana.
Allí, las altas clases tenían que ser invitadas formalmente a una casa ajena para poder presentarse en ella. Es decir: la persona invitada recibía una carta, una invitación donde se le comunicaba que había sido invitada a la casa de la persona que fuese. En ella, además, se ponía el día y la hora a la que podía acudir. Y esta, por supuesto, debía responder a esta carta confirmando la asistencia, o rechazando la invitación de forma adecuada si, por cualquier otro compromiso, no podía asistir. Era lo que se conocía como tratos de cortesía de la época.
Vamos más allá: ¿eres consciente de que cada país requiere de unos tratos de cortesía diferentes con los invitados? Un anfitrión no trata de igual forma a sus invitados en España que en Alemania.
¡Por ejemplo!
- En Alemania:
- Es costumbre de este país que los invitados de los anfitriones lleven algo hecho a mano a la casa cuando acudan, ya sea una mermelada, un pastel o unas galletas caseras del tipo que sean.
- En Alemania no se dan dos besos. Se estrecha la mano, encorvas la espalda en señal de respeto y saludas con cortesía, además de dar las gracias por la invitación a su casa. Son muy respetuosos.
- Lo mismo tiene que suceder durante la despedida: ¡no te despidas con besos! Da las gracias por la velada, por la comida, por la bebida… por todo lo que te ofrezcan y se respetuoso, porque es algo que ellos se toman muy en serio. De hecho, un invitado que no se comporte como es debido puede llegar a resultar no ingrato en otra velada, y no volverá a ser invitado de nuevo en otra ocasión.
- En Inglaterra, el país de los reservados por naturaleza.
- Los ingleses suelen ser personas de buenas costumbres: le dan mucha importancia al buen comportamiento y a los buenos modales.
- Se considera una tremenda falta de respeto coger el móvil durante la comida. Por lo tanto, los invitados ingleses tienden a apagar el móvil cuando entrar en casa ajena para no faltarles el respeto. La escucha, la atención y los turnos de palabra son importantísimos.
- Por supuesto, nada de hablar o de reírse con la boca llena, puesto se considera, además de desagradable, otra falta de respeto. Ríase con calma, trague, y, si desea hablar, hágalo con la boca limpia y vacía. Aquí tampoco es de buen gusto hablar con alguien que tenga toda la boca llena, ¿no es cierto?
- También se considera cortés hacerle llegar al anfitrión una nota de agradecimiento uno o dos días después de haber ido a su casa. Algo corto pero sincero, breve, que haga saber que estás agradecido por la velada.
Vamos a lo importante: trucos para dejar a tus invitados boquiabiertos
Vamos a darte una serie de tips para que, cuando un invitado vaya a tu casa, este salga de ella con la sensación de haber pasado la mejor tarde de su vida.
- El primero de los mejores consejos que te puedo dar es el siguiente: sé tú mismo. Que seamos anfitriones no nos obliga a tener que soportarlo todo. ¿Nunca has escuchado eso de “mi casa, mis reglas”? Aquí tiene que pasar exactamente lo mismo. Por ser anfitrión no tenemos que soportarlo absolutamente todo. Es más, resulta conveniente poner tus límites y dejar claro desde primera hora qué permites y qué no permites que un invitado haga para que, en siguientes ocasiones, no se comporte mal de nuevo.¿Quieres que se quite los zapatos? ¿No soportas hablar con otra persona y que esté mirando el móvil? Hazlo saber desde primera hora, sin miedo. Es tu casa, es tu refugio, y los demás han de respetar lo que deseas que se permita en tu espacio. No serás grosero por ello, es pedir un mínimo respeto.
- ¿Quieres sorprenderles un poco? Saca pequeñas degustaciones locales. No tiene por qué ser una tarda hecha por ti, pero puedes sacar mantecados, galletas, bombones… cualquier cosa que se te ocurra para que a tus invitados se les caiga la baba y se dientan bien atendidos y como en casa. Nuestros colegas de San Joaquín – Confitería y Heladería nos aconsejan y nos hincapié en que una de las mejores opciones que existen para dejar asombrados a tus invitados es tirar por la gastronomía tradicional de la ciudad, sobre todo cuando son personas de otras ciudades o países. No hay nada mejor que hacerles probar a tus invitados los postres o los dulces de la localidad, para que se lleven un buen recuerdo de ti y de la ciudad y que hablen maravillas de ti.
- Prepara juegos, películas o salidas. En caso de esos invitados vayan a quedarse más tiempo de lo habitual (dos o tres horas) y tengas pensado que se queden uno o dos días, prepara algunos juegos o salidas para hacer juntos. Llévalo a ver los mejores sitios culturales de la ciudad, saca el juego que más te guste, prepara una velada inolvidable en tu jardín (si tienes)… Aprovecha todo lo que tengas a tu alcance para que no solo tu invitado lo pase bien, sino para que ti también pases unos días inolvidables.
Y, ante todo, recuerda esto: prepares lo que prepares, nada mejor que ser tú mismo.
Siempre.